martes, 26 de noviembre de 2013

Con máscara de negros ante el niño Jesús


Una tradición navideña que no se pierde y que sirve para vincular a la comunidad dentro y fuera de casa.

Negritos de Huánuco


1.

 
La máscara brillosa, de ojos blancos y saltones, cubre el rostro de Humberto cuando cada año como un saludo especial al niño Jesús que ha nacido, se convierte en negrito. Su sombrero se parece al de los charros mejicanos y lleva un gran penacho de plumas de colores que dicen son de gallina. Humberto es un pampa, un negro más de la cuadrilla, y debe bailar según lo va indicando el caporal. Él, como una buena legión de huanuqueños, cumple al pie de la letra las reglas de la tradición y en diciembre y enero es un negrito de Huánuco. Danza ante el pequeño del pesebre, repitiendo el ritual de sus antepasados, de aquellos negros esclavos que en las fiestas navideñas, para ganar comida y bebida, bailaban de casa en casa adorando al Manuelito de los patrones.

 
2.

 
Motivo similar es el que impulsó a otros negros, con máscara y barba, con sombrero de paja y sacón lleno de lentejuelas,  a salir a las calles buscando un Belén para venerar a Jesús. En Antioquía (Huarochirí – Lima) también están cuando llega la Bajada de Reyes y los devotos traen las cajuelas (cajas de madera y vidrio donde se guarda la imagen del niño) para que sean benditas. Ellos, los negritos, danzan y alegran a la gente. En el día final de la fiesta suben al cerrito de Amancaes y para que no sean descubiertos por sus “amos” le entregan su vestimenta de gala  a las mujeres llamadas mariquías.

 
3.

 
 
Los negritos de Huancavelica tienen a su María Rosa, una negra que aseguran es la madre de quienes integran la cuadrilla. Ella anda vestida de rosado, con su cucharon y acompañada del caporal que luce una prominente nariz. La leyenda refiere que el Dulce Nombre de Jesús, el Niño Perdido que habita el templo de Santo Domingo, observó alguna vez a estos negros esclavos cuando eran maltratados y sintió pena.  Estos negros, una vez liberados, decidieron buscar al niño blanco que los miraba y llegaron a Huancavelica, donde lo encontraron. Durante la fiesta de enero repiten su llegada a la ciudad y danzan para él y su compañero: el Niño Fajardito. Acompañan la procesión y en el último día, ante el portón cerrado de la iglesia, se despiden y lloran. La María Rosa se desmaya. Todos aplauden.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Marcados de Fiesta


 Tendrás que vestirte de gala,
Salpicado de alegría
Aderezado de fe

Estás en el centro del universo
En tu sucursal del cielo
Apapachado por la patrona
Saboreando otra vez… TU FIESTA



Marcados de fiesta, así están. Cubiertos de papel cometa, extasiados. Reventando cohetes, quemando fuegos artificiales, danzando alrededor del corazón, de la vida, del color. Son seres que celebran y respiran devotos, de su patrón o patrona, de sus fuegos artificiales, de la comida de víspera, del dulce a las cuatro de la tarde, del baile al mediodía, del tañer de la campana, de la procesión.


En el Perú el lenguaje de la fiesta patronal significa movimiento. Miles de peruanos y peruanas se desplazan motivados por el festejo central de su pueblo. Hay quienes hasta marcan sus vacaciones con el mes de su santo, virgen o cristo. Y el objetivo de los ahorros es ese, gastar hasta el último centavo brindando porque así es cuando la fe y el origen jalan. Y jalan tan fuerte que si los paisanos alcanzan el éxito económico se manifestarán con mayores galas. Asumirán la responsabilidad de costear el mega evento en homenaje al patrón o a la patrona que conocimos desde niños.


Según el Directorio Nacional de Principales Festividades a nivel distrital, elaborado en este año por el INEI, en el Perú existirían 6882 celebraciones cívicas y patronales a lo largo de la costa, la sierra y la selva. Huarochirí (Lima) sería la provincia con más festejos al año. Yo recuerdo entre tantas la de San Francisco. Claro, como siempre, cada festividad está asociada a relatos diversos. Ésta sucede en Sisicaya (Huarochirí. Lima), a un par de horas de la ciudad.
Sisicaya es un pueblo muy antiguo, maldito por un designio del pasado y bendito por el poder de su patrono San Francisco que junta a sus hijos en el mes de octubre. Dicen que es uno de los primeros poblados del Perú. Su fundación no tiene referencias exactas, pero algunos estudiosos se atreven a señalar que fue por 1552. Está rodeado de cerros marrones, de piedra y tierra, y cuentan que como comunidad campesina se creó el 24 de febrero de 1740. Ricardo Palma habla en sus Tradiciones Peruanas sobre Los Malditos, aquellos habitantes de esta tierra que veneraban una cabra de oro y plata y por ello fueron excomulgados y maldecidos. Según la leyenda, creada después de muchos años, la bendita cabra suele salir en las noches de luna llena a beber agua del río Lurín.

De acuerdo al registro del INEI, entre las regiones Lima, Ancash y Ayacucho se concentran por lo menos el 30 por ciento de fiestas. La cantidad debe haber sido mucho más, pues lo que ha sucedido a lo largo del tiempo es que a falta de financiamiento, se han juntado los homenajes en uno solo. Podemos encontrar por ejemplo, como en Upahuacho (Parinacochas. Ayacucho) que en el mes de octubre celebran en conjunto: Santo Domingo de Guzmán. San Francisco de Asís, el Señor de la Agonía y la Virgen del Rosario. A ritmo de arpa y violín las imágenes describen el perímetro de la plaza y al finalizar cada recorrido procesional, los cargontes realizan el día chupi. Intercambian licores y bailan, preparándose quizá para acudir al banquete en casa del mayordomo de turno. Los upahuachinos, conocidos también como sapochalones (en la zona abundan los sapos), festejan bebiendo  ponche de maní y participando muy alegres en las dos tardes taurinas.



La Virgen Llapina

En Ancash, a cuya capital llegamos vía aérea gracias a LC PERÚ, es una región variopinta. Con gran cantidad de costumbres auténticas y ancestrales. Se puede encontrar a Pizarro y al Atahualpa, saborear un jakacashky (cuy frito y trigo resbalado) o danzar en medio de un jolgorio con Shaqsha o el Quispi cóndor que hoy corretea buscando a la Virgen Copacabana de Llapo (Pallasca. Ancash), cuyo dia central es el 21 de noviembre.

Aquí en esta tierra alejada, la fiesta comienza con la vuelta de vaca. Todos deben saber que habrá buena comida y que cada uno de los  tres devotos cumplirá como se debe. Uno se encarga de bajar a la Virgen del altar mayor, otro de llevarla por las calles en su fecha central y el tercero de realizar la carrera de cintas, donde se elige a los que tomarán la posta el próximo año. Existen dos imágenes de la patrona, una grande que preside las celebraciones antes del día principal y una pequeña que aseguran fue traída por Santo Toribio de Mogrovejo.

Esta noche es la luminaria o víspera, se prenden los castillos y juguetea el dragón y el hombre pirotécnico. Los llapinos somnolientos vuelven a sus camas y unos cuantos, haciendo oídos sordos a la invitación del devoto, se quedan dormidos. Es el momento para que los comisionados realicen el “cushull”. Irrumpir irreverentes en la casa del dormilón y llevarlo a la casa del devoto. Si es culpable será sentenciado a pelar con las uñas doce yucas y doce camotes.

Vaya sentencia porque al otro día, tendrán que seguir jugando. Irán al estadio a observar como sus paisanos escenifican el drama denominado El Rey Inca, el  mismo que tiene como protagonistas a Felipillo, Pizarro, Atahualpa, al Viso y al Quispi Cóndor. Es la recreación de  la captura y muerte de Atahualpa en manos de los conquistadores.