Con máscara de negros ante el niño Jesús
Una
tradición navideña que no se pierde y que sirve para vincular a la comunidad dentro
y fuera de casa.
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Negritos de Huánuco |
1.
La
máscara brillosa, de ojos blancos y saltones, cubre el rostro de Humberto
cuando cada año como un saludo especial al niño Jesús que ha nacido, se
convierte en negrito. Su sombrero se parece al de los charros mejicanos y lleva
un gran penacho de plumas de colores que dicen son de gallina. Humberto es un
pampa, un negro más de la cuadrilla, y debe bailar según lo va indicando el
caporal. Él, como una buena legión de huanuqueños, cumple al pie de la letra
las reglas de la tradición y en diciembre y enero es un negrito de Huánuco.
Danza ante el pequeño del pesebre, repitiendo el ritual de sus antepasados, de
aquellos negros esclavos que en las fiestas navideñas, para ganar comida y
bebida, bailaban de casa en casa adorando al Manuelito de los patrones.
2.
Motivo
similar es el que impulsó a otros negros, con máscara y barba, con sombrero de
paja y sacón lleno de lentejuelas, a
salir a las calles buscando un Belén para venerar a Jesús. En Antioquía
(Huarochirí – Lima) también están cuando llega la Bajada de Reyes y los devotos
traen las cajuelas (cajas de madera y vidrio donde se guarda la imagen del
niño) para que sean benditas. Ellos, los negritos, danzan y alegran a la gente.
En el día final de la fiesta suben al cerrito de Amancaes y para que no sean
descubiertos por sus “amos” le entregan su vestimenta de gala a las mujeres llamadas mariquías.
3.
Los
negritos de Huancavelica tienen a su María Rosa, una negra que aseguran es la
madre de quienes integran la cuadrilla. Ella anda vestida de rosado, con su
cucharon y acompañada del caporal que luce una prominente nariz. La leyenda
refiere que el Dulce Nombre de Jesús, el Niño Perdido que habita el templo de
Santo Domingo, observó alguna vez a estos negros esclavos cuando eran
maltratados y sintió pena. Estos negros,
una vez liberados, decidieron buscar al niño blanco que los miraba y llegaron a
Huancavelica, donde lo encontraron. Durante la fiesta de enero repiten su
llegada a la ciudad y danzan para él y su compañero: el Niño Fajardito.
Acompañan la procesión y en el último día, ante el portón cerrado de la
iglesia, se despiden y lloran. La María Rosa se desmaya. Todos aplauden.
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