Roberto Aguirre y su terquedad para seguir creando. Foto: Colectivo Neblina |
Las huellas de una época pueden
servir, para que en otro momento, haya posibilidad de encontrar al personaje y
aprender de su talento. En una ciudad como Cajamarca, hay muchos, uno de los
que recuerdo con mayor cariño, es don Roberto Aguirre, el mascarero.
Ostentar
el título de “Capital del Carnaval Peruano” ha permitido que las actividades
festivas se mantengan a lo largo del tiempo y aunque
muchas de ellas han variado, es todavía
una gran opción visitar Cajamarca durante los carnavales.
Centrado en la
creación de trajes coloridos en cada barrio, donde además se gesta la
celebración y la competencia, el carnaval cajamarquino tiene un programa
bastante nutrido que alcanza su máxima expresión cuando el Ño Carnavalón y su
esposa, Doña Carnavalona, parten en recorrido fiestero desde el Barrio Santa
Elena, donde además, por años, se han encargado de armar, decorar, mantener y
cuidar a estos personajes en cuyo nombre se canta, se moja y se pinta.
Cajamarca
es una ciudad que ha crecido manteniendo sus antiguos colores y creencias. Es
Patrimonio Histórico y Cultural de las Américas y dicen que el término
Cajamarca podría significar: Tierra o provincia del hielo, paso de las
montañas, lugar de espinas, pueblo del rayo, y más. Aunque la hemos nombrado
repetidas veces, cuando hablamos del encuentro de incas y españoles, del Padre
Valverde, de Pizarro y de Atahualpa; tenemos la posibilidad de darle una mirada
distinta, siempre. Cada viaje tiene que ser una huella, un rescate, una transformación.
En carnaval o en otras épocas es posible reencontrarse con don Roberto Aguirre,
el mascarero insignia del carnaval, aunque en la actualidad esa máscara de
alambre, tan tradicional y típica, ya no sea tan usada por los carnavaleros.
“La
máscara de malla y alambre empieza con el abuelo, él comenzó a hacer y lo llevó
a diferentes partes del Perú. Viajó por Huánuco, Puno, Cuzco, Arequipa y radicó
un poco aquí en Cajamarca. Ese arte de hacer las máscaras de malla de alambre
le enseñó a mi papá. Mi papá me enseñó a mí”.
Recibió
el don y se ha quedado hasta hoy con ese talento. Claro que tuvo que instruirse
y tecnificarse en solitario, leyendo, mirando, creando, ingeniándoselas, pues
don Roberto es autodidacta. Rodeado de herramientas, materiales y máscaras en
jebe o silicona, en papel maché, en alambre, don Roberto sigue creando aunque
sienta que la demanda ha bajado y que muchos lugareños no aprecian su trabajo.
En su casa-taller del jirón Junín, a una cuadra de la Plaza de Armas de
Cajamarca, lo encontré hace algunos años y entre muchas cosas, me dijo:
Sonaly:
Sus saberes los trasmitirá a sus hijos?
Roberto:
Intento, pero ellos, quieren otras cosas, ya quieren irse afuera, ya no les
llama la atención, entonces pueda ser que acá nomás se termine la tradición de
las máscaras de malla o de alambre.
Sonaly:
Ojalá no
Roberto:
Dios quiera que no todavía, me conserve unos añitos más para poder dejar a mis herederos.
A mis hijos les estoy inculcando, les estoy escribiendo un libro con todos los
secretos para confeccionar las máscaras en diferentes materiales. Vamos a ver
como resulta y se pueda continuar con una tradición de más de 140 años.
Jolgorio carnavalero para el recuerdo. |
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