jueves, 1 de mayo de 2014

Huatuscalle y Pachapunya

El objetivo será Luricocha (Huanta- Ayacucho) y admirar una vez más su fiesta de las cruces. Pero mientras las encontramos y armamos nuestro relato devocional,  avancemos hacia la  cálida Huanta.
Huanta es encantadora, siempre, no solo en cruces o semana santa. Luricocha tiene historia festiva y productiva, con la palta y sus maderos sagrados que corren.

El 3 de mayo es día de las cruces
HERMANAS. Pachapunya fue dinamitada por los terroristas y ahora existen: la nueva y la herida.

Seguimos por  una carretera afirmada y conversamos sobre las bondades del valle. Me hablan de su plaza llena de palmeras, de la iglesia matriz o templo de San Pedro, construido en casi cien años por hombres venidos de lugares lejanos. Me cuentan también del Templo Sagrado Corazón de Jesús, al que llaman Convento de los Padres Redentoristas. “Es un lugar lleno de paz”, me dicen e imagino el gran patio y el hermoso recinto. Aún no hemos completado los 48 kilómetros al centro de Huanta y nos detenemos.  Desde Villa Florida, que está junto a la carretera, continuamos hacia el este por una trocha. Tomamos un camino de tierra para ir hacia los restos arqueológicos de Tinyaq, ubicados sobre una colina, en las alturas de las localidades de Macachacra y Villa Florida, en el distrito huantino de Iguaín.

Ernesto Valdez es un hombre dedicado a investigar estas reliquias. Aunque se queja de la falta de apoyo y de interés de parte de las autoridades competentes, edita con mucho esfuerzo la revista arqueológica Warpa que describe al detalle todos sus hallazgos. Y está ahí, mostrándome entusiasmado Tinyaq, conocida también como coronilla. Recorremos los recintos de piedra y barro, cada uno de 6 a 8 metros de largo por 4 a 5 metros de ancho orientados en forma lineal y con puertas de entrada a ambos lados.

Hemos regresado por la ruta hacia Ayacucho y a un costado de la carretera, bajamos y observo maravillada el puente colonial de Ayahuarcuna. Es de cal y piedra, construido en 1771 por disposición del corregidor y justicia mayor de San Pedro de Huanta, don Domingo Encalada y Torres. Antes debió ser de paja, refiere Ernesto, porque está conectado con el camino inca o Cápac Ñan. La historia afirma que en este puente los aguerridos Pokras, degollaron y colgaron a los tenientes del inca Wiracocha. De ahí el nombre de Ayahuarcuna, lugar donde se cuelgan los muertos.

La fiesta de las cruces

La fiesta de las cruces es para este lugar un momento máximo de alegría, pues no solo llegan al templo de Luricocha las cruces grandes o famosas, sino también las pequeñas, las de la casa, las del barrio. Y es que durante el 3 de mayo, día dedicado a los maderos, éstos  serán benditos y con esa nueva energía volverán a sus peañas o altares, donde permanecerán durante todo el año.

Pero claro, las cruces símbolo de Luricocha son dos: el Señor de Huatuscalle, patrón de las capillas, y al Señor de Pachapunya, patrón de los calvarios. Cuentan que la Cruz de Pachapunya  fue dinamitada por los terroristas y de sus astillas (las que encontraron) la rearmaron y se la llamó “la herida”.  Después, mandaron hacer otra, que es “la nueva” y quien reemplaza a la anterior en algunos actos, por cansados y pesados, como la carrera del tres de mayo.  

PATRÓN. Huatuscalle y las demás cruces se preparan para la carrera.


El Señor de Huatuscalle, que pesa unos 90 kilos, es hermano del Señor de Jerusalén que va a su derecha y del Señor de Yaroccasa que va siempre a la izquierda. Es que la historia cuenta que de un solo árbol salieron las tres cruces. Del tronco principal nació Huatuscalle, de la rama derecha Jerusalén y de la rama izquierda el Señor de Yaroccasa.

Cuando llegan Pachapunya y Huatuscalle la ceremonia litúrgica recién podrá comenzar. La gran cruz (Pachanpuya) que va acompañada del madero que la reemplaza en el cerro, a donde ya no puede subir, aparece de pronto y alborota a los fieles. No solo por la fe que le tienen, sino porque quienes la cargan, los yugos, hacen un enorme esfuerzo para avanzar y abrirse paso entre la gente.

Cada cruz tiene su cuadrilla de Chunchos, personajes arrancados de la selva, con la túnica o cushma, los collares de semillas, la flecha de chonta y las antaras típicas que no pueden dejar de sonar y  así,  evocan a los danzantes del Antisuyo.  A las cruces, incluso las visten, con varias casuyas,  chalinas, campanitas, s mates y el clásico chicote denominado tres puntas. Para asegurar la parte central y darle un toque más auténtico, le ponen las mantas.

En el culto de los antiguos peruanos, las deidades andinas se han ido transformando con el paso del tiempo. Desde hace más de 500 años, el culto a las huacas, cerros tutelares y apachetas del incanato ha sido reemplazado por la veneración a la Santísima Cruz. Y aunque el madero es el símbolo del cristianismo, en el Perú sigue siendo un buen pretexto para homenajear a la tierra y a esos dioses que nunca se fueron. 

Los miembros de cada pago o comunidad se organizan para adornar sus cruces y prepararlas para la procesión. Antes de la carrera, la solemnidad es representada por Pachapunya, patrón de los calvarios. Como no puede correr, avanza lento junto a los maderos que lo acompañan.  Luego se iniciará la carrera de cruces alrededor de la plaza de Luricocha. Quien lidera este acto es Huatuscalle, el patrón de las capillas. Él,  por ley tendrá que ganar.


VENERACIÓN. Con hierbas y casuyas, chalinas y cariño decoran las cruces antes de llevarlas al templo.


Lugar: Luricocha. Huanta. Ayacuchco
Altitud: 2 564 msnm

Recorrido: Está ubicado al norte de la provincia de Huanta (a 5minutos). De Ayacucho a Huanta hay 53Km (1h en auto) y desde Lima a la ciudad de Ayacucho hay vuelos diarios muy temprano. 

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